lunes, 16 de noviembre de 2009
miércoles, 8 de julio de 2009
jueves, 13 de noviembre de 2008
Encima del rail
Y pasábamos horas enteras en eso, hablando del puente y como en ese momento yo había dicho una frase pensando en algo pero que en ese breve lapsus no alcanzaba a decir, porque con sólo una palabra se me venían a la mente mil cruzadas historias, frases, personas, olores. A veces creía que cuando recordábamos juntos lo que realmente hacíamos era recordar cada uno su propia historia, que no nos escuchábamos porque mientras uno hablaba el otro estaba sumergido en la carretera, el campo, el desierto, los vagones, los trenes, que era una secuencia de circunstancias imposibles de frenar en la cabeza y entonces no podía frenar.
viernes, 7 de noviembre de 2008
El país de las últimas cosas de Paul Auster
Anna escribe sin saber el destino de su carta, sin saber el destino de ella misma al momento de plasmar lo que puede en esa libreta con tapa azul, que pasó por manos de Isabel antes de su muerte. Llegó a la ciudad hace mucho tiempo en busca de su hermano, tantos meses que ha olvidado muchas cosas desde su arribo a ese lugar donde la memoria pareciera ser un montón de nubes con sólo rasgos del pasado.
jueves, 9 de octubre de 2008
La Pared
Nos ha costado no mirar de reojo su habitación, porque nadie quiso entrar nunca más, ninguno se atrevió a invadir ese espacio, porque debemos dejarlo tranquilo, sin meter más ruido ni dañar con nuestra presencia la pintura difuminada marcada en la pared.
Los rumores, el murmullo al pasar hacen aún más difícil la posibilidad de ir borrando el día. Yo siempre escucho susurros por la noche, no sería capaz de contar las palabras que he logrado ir descifrando con el pasar de los días. Él no fue el único y muchos presienten que viene algo grande. Lo cierto es que noto lo mismo, es como una secuencia de imágenes, y creo que no fue por el destino que yo lo haya encontrado suspendido en esa viga que nunca tuvo razón de ser más que ésta. Y escondí la botella que encontré junto a la cama porque era el tercero que se suspendía en alcohol para el último impulso.
Y a veces se me viene la pena como esas lluvias que empiezan de repente y pegan fuerte en las tejas de las casas. Aparece y no me deja porque los recuerdos han dejado de ser imágenes y se han transformado en sensaciones, sentimientos. Los recuerdos, sus recuerdos, cruzan por mi cuerpo a través de los sentidos. El aroma de su sien cuando me acercaba con ternura, el sabor de su labio superior después de comer naranjas, cómo sonreía para saber qué hacía a esas horas de la noche, porque prefería leer de noche, a veces repasar algunas frases en voz alta, siempre de noche, para evitar el ruido. Y finalmente la voz suave, que me invitaba a pasar y que ahora se convierte lentamente en susurro.
He pensado en entrar para ver si es mi imaginación, que me creo una película para acompañarme el día y por eso quiero escuchar su voz al otro lado de la pared. Me duermo intentando descifrar las palabras, tomo el libro que leía antes de colgarse y no hay páginas marcadas. A sangre fría de Truman Capote, y yo vuelvo a las paginas como una detective para encontrar las pistas, y yo, leo las páginas y las palabras, las letras una a una para intentar descifrar lo que otros no han podido. Y sigo, queriendo entender qué pasó con el susurro que esta noche ya no se siente.
Salgo de mi cama y con el libro en la mano me pego a la pared para escuchar el murmullo que se ha acallado de repente. Recorro la pared con mi oído pegado y no siento nada. Entonces es necesario que cruce la puerta y vea al otro lado, todo en silencio para no despertar a los amigos de la casa. Al cruzar, rearmo la escena en mi mente, voy desenrollando la firme cuerda que encontré junto a la botella de vino y que también escondí. Al subir, me acuerdo de sus pies descalzos suspendidos en el aire, me quito las sandalias y logro sentir en mis dedos en la fría banca de madera, aprecio como se suspende el tiempo y el silencio que él percibió cuando ajustó su cuello en el círculo bien armado de la cuerda, para mí, un lazo que yo vuelvo a ajustar esperando sentir nuevamente el susurro.
domingo, 17 de agosto de 2008
Yagús en su finaludre batlás
K sabía bien que un batlás podía ser el finaludre de los yagas. No quedaban agus, pues todos habían ascencrido al ciclome por la falta de ambrosidas. Esa era la rapricra que les había quedado, el finaludre lento de los agus, las enfermecridades ventridas por las vacuaciones, los desgarros sacridos de las yagús insuencias.
La hispocrita dice otra cosa. La aufensires es que los yagús se reunieron en la madrigas para construir mas otlus. MX hablaba con fuercriza, mientras recrudaba al jefle de los Aku sobre Lu imponiquiendo fegloz sus furzas putridas. Emanado lacridas, su Lu de siempre se descoloría entre los jadisus del Aku fermecrado, que golpeaba con el puñodrogo los trozos de cutride sobre la aprenida. MX no pudo safcrar de los akus que lo ammacraban con extrema vicroedad.
Otlus construidos y todos con la memocira vivida del último batlás, con más agucrediza practicaron los acraces, los murtivos, los medrecos, hasta conseguir la perfucion del acrace.
La maldriga les traía velidas, así que se abroximalun mientras el doleil permanecía obnubucrole.
Uno a un fueron deslollando Akus, cada vez con mas sagnia, con más áflogo, con mas pucrido adrición. Las yagús fieras en sus acraces parecieron más aseliros, casi como los Akus en cada medreco. La sorpresa de K fue al ver a Lu entre las puñodrogos del Aku mayor. Fue K quien lo afrascró y seguro alcalimó el ciclome por entregar su cride a cambio de Lu.
La acerida quedo color foguide por la vicre que tiñó la batlás. Los Akus no se extreminafon en ese día de flogor. Los yagús se fueron al ciclome altramidono, porque tanta vicre tiñe las animdas de las alimus con ocredes, los vuelve crumelides, bilindrosos, como los Akus molieldres que persisflen en el mudrido putrido cubierto de batlás.
Fotografía Brent Stirton